
En noviembre de 2017, Ediciones Atlantis publicó mi primera novela titulada: "Nadie lo sabrá nunca".
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1. Epitafio
Y allí estaba yo. De nuevo con las pupilas dilatadas, y no por un estado de deseo, sino como consecuenciade la misma sensación que en un pasado me tuvo atormentado y que creí haber superado para siempre. Pero ahora me doy cuenta de que, probablemente, siempre ha estado latente en mí, aunque no haya sido muy consciente de ello.
Hace frío y el viento hace que los cipreses se balanceen, dibujando una coreografía bien ensayada. El camposanto en el que me encuentro está vacío, y no solo de almas, si es que existe un alma en cada uno de nosotros. Se me antoja difícil la presencia de un espíritu encarcelado en un cuerpo mortal; al menos, resulta complicado creer en ello cuando somos testigos de lo que el ser humano es capaz de hacer. Aunque bien podrían ser espíritus sin conciencia alguna.
Un último rayo de sol escondido tras la tapia de los nichos se resiste a marcharse, parece llorar por su partida como seguro lo han hecho los numerosos visitantes que han pasado por esta necrópolis; para todos ellos también se perdió el rayo de luz que les proporcionaban sus seres queridos, que sin duda alguna, ya no están aquí.
Las tumbas empiezan a dibujar sombras...


En marzo de 2021, Ediciones Atlantis publicó mi segunda novela titulada: "¿Qué me has hecho?"
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1
¿Qué me has hecho?
La vi correr, correr y correr, como quien acaba de ver los ojos siniestros del mismísimo diablo. La lluvia fina pero constante volvía resbaladizo su intento de huida, de escape, de fuga desesperada. Una fuga que desde hacía demasiado tiempo se había convertido en su única forma de vivir.
No pude escuchar disparos, golpes ni quebrantos. Solo la fina y afilada hoja de un arma blanca que produjo un crujido al penetrar en su costado derecho, desgarrando la piel y el músculo hasta tropezar con la barrera ósea de las costillas.
Pude escuchar el sobrecogedor grito del sol. Un grito que se aferraba al horizonte de la vida para no caer en el ocaso de la pena y el dolor. También escuché el espeluznante lamento de la luna que había sido testigo del horror que solo el ser humano es capaz de cometer.
No pude distinguir si alguien la seguía, ni siquiera pude intuirlo por más que fuera evidente, dado que parecía correr al revés, la frente vuelta siempre hacia atrás. Por eso mismo, se trababa de forma constante dificultando su avance, como quien no sabe nadar y no deja de mover los brazos en un intento de recorrer tan solo unos pocos metros, sin conseguir más que un pequeño tsunami a su alrededor.
–¡Corre, corre, no mires atrás! –le gritaba. Pero mis palabras no alcanzaban mis labios. Tenía secuestrada no solo mi mente, también mi voz.
Pude fijarme en que iba descalza, sus medias rotas, la falda hecha jirones. Su pelo, sucio y mojado, quería acompañarla...
